Ojos de circo by Jesús Gordillo & Javier Martos

Ojos de circo by Jesús Gordillo & Javier Martos

autor:Jesús Gordillo & Javier Martos
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástico, Novela
publicado: 2017-05-05T22:00:00+00:00


4

La fascinación era lo único que conseguía mantener en pie a Nicholas, ya que la vejiga amenazaba con perder la compostura, soltarle el vientre y hacer que se meara en los pantalones. Los ojos de la mujer se habían vuelto completamente blancos, ocultos los iris en la parte superior de los párpados, mientras que sus manos se habían entrelazado sobre el estómago, apretando fuerte los dedos y tensando al máximo los músculos de los brazos. La piel parecía brillar con la luz que empezaba a irradiar la extraña nube que tenía a su lado, motor de invocación de los muertos.

Era como una pequeña tormenta alargada y luminosa de color gris azulado. Crecía despacio, cambiando de forma lentamente, como palpitando de forma errática, ganando opacidad poco a poco, como un mal augurio.

Y entonces, justo cuando empezaba a tomar una forma vagamente humana, se oyó un disparo.

Aquello era demasiado para Román Cruz. No había podido evitar hacer uso de su pistola, asustado como estaba ante la proyección al mundo terrenal de un espíritu que muy posiblemente estaría irritado por haber sido despertado de dondequiera que estuviera descansando, si es que los espíritus descansaban alguna vez.

Sin embargo, la trayectoria del proyectil apenas produjo un pequeño anillo de humo al atravesar la nube, y el estruendo del disparo se mitigó en la sala atestada de estantes y frascos. El corazón de Nicholas tardó un par de décimas de segundos en volver a latir, recuperando el ritmo tras el tropiezo provocado por el ruido atronador del disparo, y vio cómo los ojos de la hechicera volvían a mostrar dos inquietantes pupilas negras, enormes y sorprendidas. Entonces dirigió la vista hacia Román, mirando atónito cómo este apuntaba directamente a la nube con el revólver. El mismo que siempre guardaba debajo de la chaqueta, y que muchos hombres duros como rocas habrían deseado no llegar a ver jamás. Cuando por fin consiguió hablar, se sorprendió del tono de furia contenida que desprendían sus palabras.

—¿Qué coño haces? —preguntó a voz en grito. No quería perder la prudencia, pero estaba realmente enfadado. No entendía cómo su amigo podía haber disparado a semejante maravilla de la naturaleza.

Román respiraba profunda y aceleradamente, gesto inusual en aquel hombre frío como el acero.

—Esto no me gusta, Alabama —respondió frunciendo el ceño.

—¡Podíamos haber visto un espíritu, Román!

—¡Joder si quiero ver un espíritu, Alabama!

—¡Maldita sea! —escupió Nicholas.

En ese momento, Román Cruz se percató de algo más y se agachó. Lo hizo flexionando las piernas y manteniendo la espalda recta, intentando no perder la horizontalidad del brazo derecho, que seguía apuntando a la nube como una máquina que hubiera fijado su objetivo y no estuviese dispuesta a soltarlo. Casi como si esta fuera un imán que atrajera la pistola.

Bajó rápidamente la mano que tenía libre hasta el tobillo. Tras retirar la pernera del pantalón, todo en un suspiro, empuñó con firmeza un segundo revólver que la experiencia le había enseñado a guardar ahí abajo, y, antes de que Nicholas supiera bien lo que estaba ocurriendo, Román



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